sábado, 18 de octubre de 2008

NAUFRAGO

Marinero, ausente de salinas lágrimas,

se ha derrumbado tu castllo…

sólo cuidaste su fachada…

Los piratas prometían sus tesoros

y hundieron tu bravo navío

porque confiaste en palabras sin sueños.

El mar se ha tornado con sus negras aguas,

bebiendo el dulce susurro

que la sirena cantaba al amanecer.

¿Eras marinero, o pirata enmascarado?

La sirena fue secuestrada

para dejarla morir.

Sobre su lecho de flores

abrieron su pecho enguido

y vieron el corazón partido en dos.

¡Pobre marinero…!

Te han condenado a vivir sin tu navío,

en la soleldad de tus anhelos rotos

Naúfrago en una isla desierta,

donde nadie notará tu ausencia:

sin amor, sin comprensión…

Ya no te susurrarán al oído

esperanzas platónicas de un sueño dorado

que alegraba tu pena infinita.

Se derrumbó tu fortaleza.

A la sirena le cerraste los ojos

y tu navío duerme en el fondo marino…

Te has condenado a tu soledad,

naúfrago en una isla desierta,

soñando con el brillo de las estrellas

hasta el fin de tus días.

miércoles, 1 de octubre de 2008

Yo pecador


Personaje único: Un hombre viejo
Entra una música de órgano que irá descendiendo hasta quedar como fondo.
Solo al final subirá de volumen.
Un foco cenital ilumina a un hombre viejo que, vestido de negro, se encuentra arrodillado en el centro de la escena)
UN HOMBRE VIEJO.- (Mirando hacia arriba) Pues... ¡qué quiere que le diga! Es cierto, no me acuerdo de la última vez, quizá haga... ¡varios años! (Pausa, Un poco enfadado) Ya, ya sé que en potencia todos somos pecadores, que el pecado es humano, que la misericordia divina lo perdona, y todo eso, pero... es que yo no sentía la necesidad de hacer un acto de contrición; nada me empujaba a considerarme culpable ni pecador. Por eso nunca me preocupé de este momento. Mire... por ejemplo: yo nunca robé, jamás me apropié de lo que no era mío. La verdad es que me daba miedo que me pudieran coger ¿sabe? Creo que si no lo hice fue por falta de valor, pero... ¡bueno! no lo hice y eso es lo que cuenta ¿no es así? Tampoco tuve arrebatos de ira, yo soy de un pacífico que asusta. (Pausa. Como si escuchara a alguien que le habla) ¡No! en absoluto, la gula no fue un defecto en mí; como tenía el hígado mal, un principio de úlcera de estómago... pues ya sabe: a régimen de comidas de toda la vida; por lo uno llegué a viejo y por lo otro estoy aquí, aunque algún familiar piensa que lo médicos se descuidaron en el quirófano. (Pausa)¡Y el alcohol también me lo prohibió el médico y (Sonríe) no, no fue ningún problema no tomarlo; una vez lo probé y me supo a rayos. (Hace como que escucha a una voz que no se oye) ¿Cómo dice? ¿que si, a pesar de mis años, no he caído en... la lujuria? Mire... es que desde que me enteré de las enfermedades que podía acarrear... ¡me asusté! Además... cuando lo “hice” fue... digamos por puro trámite, por necesidad fisiológica, nunca con el recochineo ese que... dicen que es la lujuria. (Pausa. Se pone en pie) Perdone... ¿no le importa que me ponga en pie? Es que a mi edad... Pero aunque usted me vea ahora así, como cansino, no he sido nada perezoso ¡en absoluto! Siempre fui diligente, activo, trabajador... (Pone el oído como si estuviera escuchando) ¿Envidia? ¡Nada! De siempre me arreglé con lo que buenamente disponía... ¡los envidiosos eran los otros! los que me miraban con malos ojos porque veían que yo nunca me enfadaba, jamás monté en cólera... ¡por mucho que me fastidiaran! (Pausa. Mira a los lados como para comprobar que no le observa nadie. En tono de complicidad) Mire... yo creo que esto lo podíamos resolver fácilmente... como yo estoy aquí por una inexorable situación, como quien dice... ¿no? (Con gesto de enfado) ¡No! ¡no! si ya me lo dijeron: “¡que cuando llegue el momento tendrás que comparecer! ¡que te juzgarán!” pero... ¡qué demonios me van a juzgar si no he hecho nada malo! (Reparando en que ha dicho la palabra “demonio”) ¡Uf! me parece que me he pasado, que he nombrado la soga en casa del ahorcado ¿no? (Con picardía) porque supongo que pronunciar aquí la palabra “demonio” no debe de estar bien visto... a fin de cuentas fue él quien le quiso hacer la competencia... ¿no? (Pausa. Ríe con ingenua maldad) He metido la pata ¿verdad? ¡Si es que siempre fui un tonto, un inoportuno, un patoso! Nunca pequé, ¡eso es! ¡Nunca cometí pecados! Pero no por virtud, sino porque me daba miedo el infierno, ¡así es! ¡me daba miedo el infierno! ese lugar siniestro del que me hablaron en la escuela (Pausa) y ya lo ve... a mi edad me encuentro aquí sin más bagaje que... ¡no ser pecador!, A lo mejor mi gran culpa ha consistido en no haber sabido ser feliz. ¿Usted qué cree? (Sube el volumen de la música de órgano y se oye una voz, potente, como del más allá, que grita): VOZ.- ¡Vete al infierno! OSCURO

por:-Salvador Enríquez