miércoles, 2 de febrero de 2011

LA GENERACION PERDIDA


LA GENERACION PERDIDA


Los llaman Nini, como su nombre indica, ya que ni estudian, ni trabajan. Víctimas del sistema mal gestionado de este capitalismo de pacotilla, a la juventud española ya se le ha adjudicado un título reconocido por la sociedad, al margen de su opinión y siempre manipulada por los caprichos de los que dirigen el mundo. Se usa normalmente para referirse a los nacidos en la década de los 70, cuya adolescencia transcurrió en los años 80 y principios de los 90, tras los baby boom.
También es conocida como la "Generación Perdida", debido a su apatía por la falta de expectativas. Tener relaciones sexuales antes del matrimonio, no respetar a sus padres o priorizar la amistad antes que la familia son algunas de sus conductas sociales más características.
Y tras la X llegó la Generación Y, los nacidos entre 1982 y 1992, en una década marcada por el inicio de la revolución tecnológica y el crecimiento económico al tiempo que se producían los últimos coletazos de la Guerra Fría. Acostumbrados a un alto nivel de vida y dispuestos a asumir retos, esta generación protagonizó el auge de la conciencia social y el surgimiento de familias no tradicionales, entre otros aspectos.
Es amplia la cifra que lo forman, pero según las últimas estadísticas, un 43 % de la juventud está comprendida en este grupo. Podríamos englobarlos en tres grupos:
1) Inactivos que sólo siguen una formación no reglada
2) Parados sin empleo anterior que no estudian
3) Parados que perdieron su empleo anterior y que buscan un empleo que nunca llega.
Los verdaderos Ni-ni que nos conducen a la pobreza son grupos corporativistas que no tienen ni escrúpulos ni vergüenza. Al frente de ellos se sitúa una casta política que ni sabe lo que es trabajar en pos del bien común ni ganas que tiene de saberlo. Criaturas malditas sin corazón ni conocimiento que ni pueden ni quieren mejorar la vida de los demás. Vampiros que sólo se protegen a sí mismos con sueldos y jubilaciones ultrajantes, mostrando un rostro en el que no aparece ni la cordura ni la decencia.
Estas tendencias acarrearán "importantes consecuencias para los jóvenes a medida que nuevos candidatos que ingresan al mercado laboral se sumen a las filas de los desempleados".
En suma, un legado de la crisis mundial que se percibe en las economías desarrolladas, y en algunas emergentes, en términos de aumento del desempleo y de riesgos sociales asociados con la inactividad prolongada.
Según el estudio, en las economías en desarrollo -donde vive el 90% de los jóvenes- la juventud es más vulnerable al desempleo y la pobreza, por lo que la crisis se traduce en menor cantidad de horas trabajadas y en reducción de salarios para los pocos que pueden mantener un empleo formal.

Los jóvenes son el motor del desarrollo económico, desaprovechar este potencial es un desperdicio económico que puede menoscabar la estabilidad social,
Esto no solo ha generado un conflicto intergeneracional, que ha sido mitigado por el papel que juegan las familias en nuestro país como proveedores del estado de bienestar, sino que también está teniendo un impacto negativo incalculable en la productividad, la capacidad de innovación, así como la creatividad y el desarrollo de nuestra sociedad. Además esta situación supone una bomba de relojería fiscal en países en que las tasas de fertilidad son tan bajas y los ancianos viven más tiempo, ya que los jóvenes pagan menos impuestos al ser sus salarios tan bajos. Y no podemos culpar a la crisis actual de esta situación que existía mucho antes.
Durante años hemos hablado de la necesidad de cambiar el modelo productivo, algo que desgraciadamente se ha quedado en gran medida en el ámbito de la retórica con las consecuencias tan negativas que ahora estamos viendo. Si de verdad queremos hacerlo una de las claves tiene que ser reformar un mercado de trabajo perverso que da pocas oportunidades a los jóvenes y les deja con pobres perspectivas de crecimiento y desarrollo profesional.
¿Cómo podemos esperar que los jóvenes en contratos temporales tengan un compromiso con la empresa si saben que en unos meses serán despedidos? ¿Es realista que pretendamos que estos jóvenes van a aportar su capacidad innovadora y creativa cuando su horizonte laboral en una empresa es tan corto? ¿Nos pueden sorprender las bajas tasas de productividad, o la desesperación de los mileuristas que solo perciben unos 1.000 euros al mes?
Son ángeles incomprendidos, desengañados y desilusionados. Algunos abandonaron sus estudios desmotivados de un sistema educativo que ha sido un verdadero fracaso. Otros, terminaron sus estudios después de años de sacrificio incansable, donde sometieron su tiempo a obtener un título universitario que los ha relegado a la fila del paro y la desesperación. Los que terminaron sus estudios y estuvieron trabajando, pero que han perdido el trabajo por exigencias del guión. Son tantas las historias…los sueños rotos, los deseos arrinconados…Se rebelan, eso sí, pero a su manera. Y ¿no somos la sociedad culpables?. Quizás tengamos mucho que decir al respecto, pero aunque así sea, nada hacemos por cambiarlo. A veces me pregunto, qué clase de sangre tenemos los humanos, cuando vemos el fracaso de nuestro sistema y nos resignamos a respirar permitiendo que todo siga igual.