martes, 4 de septiembre de 2012

ESCLAVAS EN IRAK
Detrás de los barrotes de oscuras celdas, mujeres pagan penas por prostitución, terrorismo, etc…Viven en la tristeza y desesperación, con vidas rotas, vidas otorgadas por sus familias a cambio de dinero.
Miles de historias impregnarían nuestros ojos de lágrimas, observando cómo se mueve la vida en el entorno de este país. Zeina tiene 15 años, lleva en prisión más de dos años porque fue vendida para ser esclava sexual. Su padre llegó y la llevó a visitar a su abuelo en Siria, aunque al principio fue sin ser forzada, posteriormente se encontró con la cara de la realidad y fue forzada a viajar a los Emiratos Árabes, donde fue vendida. Se negó a vivir tan cruenta realidad y cuando tuvo oportunidad, pudo escapar. Las autoridades de Dubai la ayudaron a regresar a Irak, pero en Bagdad descubrió que la única forma que tenía de viajar era falsificando su pasaporte, crimen muy castigado en Irak.
Después de escapar de esta dura prueba, Zeina se encontró siendo procesada, en lugar de consolada. Como castigo, fue condenada a dos años en la cárcel. Un oficial de la prisión confirmó su historia. Los derechos de las mujeres irakíes son violados constantemente. No hay justicia para ellas, solo cárcel.
La trata es un problema creciente en Iraq. Algunas mujeres vulnerables, desesperadas por apoyar a sus familias, son engañadas aceptando propuestas de matrimonio. Muchas jóvenes, cuyos padres afrontan circunstancias económicas terribles, son vendidas rotundamente.
Es un destino peor que el de la muerte. Una vez vendidas, viven un estigma, aun siendo víctimas de la situación. Han sido explotadas y enviadas a otro país sin ningún recurso. En el caso de que puedan escapar de la circunstancia en la que viven, la familia las enjuiciará. Algo inexplicable, ya que en muchos casos esa misma familia fue quien las vendió. Muchas incluso no querrán vivir con la familia, ya que no las aceptará por ser una vergüenza para ellos y son sometidas a crímenes de honor. Por eso, preferirán seguir en la cárcel.
No son permitidas a viajar, no terminan su  educación en el caso de que hubiesen estado estudiando. Muchas serán forzadas a casarse con un primo, así podrán ser controladas. Les sirve cualquier primo, como marido. Al final, ellos terminarán con su vida.
El caso de Fatín, de 22 años, es distinto, cuando descubrió que su padre quería venderla, inmediatamente pidió ayuda legal. Se escapó de Naif y fue a Bagdad, donde encontró a su madre y le preguntó si ella conocía los planes de su padre. Entonces la madre la llevo a la corte de Bagdad y consiguieron que un abogado se hiciese cargo del caso, en contra del padre. Pasaron los meses y nunca hubo una resolución. Entretanto, el padre la violó, por lo que ella lo matò y está cumpliendo su quinto año de condena en la cárcel.
Lo que uno se pregunta el por qué de que el Gobierno no controle este tráfico, ni detenga a los traficantes, es una especie de pasotismo social discriminatorio.
Algunas no tienen miedo a la cárcel, sino a su liberación, cuyo destino será mucho más amargo.
Esta es una de la serie de innumerables injusticias que la cultura musulmana consiente, persuade y extiende. Las mujeres se han convertido exclusivamente en juguetes sexuales y máquinas de reproducción, y como mujeres casadas, solo serán sirvientas, apéndices sociales de los hombres. Las mujeres se pueden comprar y vender libremente, en muchos mercados abiertos, en países islámicos y se pueden hipotecar, rentar o prestar como regalos a los amigos. El mismísimo profeta Mahoma prestó esclavas sexuales a sus favoritos. No había límite al número de esclavas que uno podía poseer. Uno de los compañeros del profeta, Hazrat Zubair Ibn Ul Arvan por ejemplo, tenía 1000 esclavos y esclavas sexuales. El Islam ha tomado a la mujer como la tierra para el hombre donde planta sus semillas

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