lunes, 1 de diciembre de 2008

Habana Babilonia ó Prostitutas en Cuba ó Una manera accidental de acceder a la fama --------------------------------------------No puedo olvidar mis primeros años en un taller literario. Se trataba de uno de esos talleres literarios, por suerte, con asesores especiales y situaciones especiales, que no abundaban en la isla, como pude comprobar años después, cuando empezó una guerra sin cuartel contra el sistema de talleres literarios y muchos escritores que defendíamos ese modo de perfeccionar el talento creativo de los jóvenes nos tuvimos que enfrentar a otros que, más que pertenecer, tuvieron que padecer lo que se consideraba un paso imprescindible en la isla para los aspirantes a escritores. Nuestro taller fue especial porque reunió a gente especial. Nunca tendré tiempo para agradecer los esfuerzos de titán que hacía cada semana la escritora y amiga Aida Bahr, enfrentándose a una burocracia feroz que imponía cientos de barreras, con el objetivo de que otros escritores, muy jóvenes entonces (nosotros: Alberto Garrido, Marcos González, José Mariano Torralbas, Ricardo Hodelín) supiéramos que escribir requería de una seriedad y un compromiso intelectual al cual sólo se podía llegar siendo implacables con aquellos primeros textos. Nunca olvidaré el cariño del viejo José Soler Puig en nuestros encuentros; ni los consejos y críticas duras de ese inolvidable amigo que fue Jorge Luis Hernández, a quien alguna vez he de retribuir todo el afecto que acá en la tierra no pude darle; ni la dedicación transformada en hermandad de mi primera asesora literaria, Maritza Ramírez; ni las sabias enseñanzas de Luis Carlos Suárez y Daysi Cué; y mucho menos podré borrar aquella locura que nos hizo fundar el grupo literario SEIS DEL OCHENTA, integrado por Torralbas, Garrido, Marcos, José Manuel Poveda, Radhis Curí, precisamente porque la fraternidad que nos unió entonces siguió creciendo lejos de los celos, las envidias y las guerras intestinas que caracterizaban a otros grupos literarios de esas épocas. Eso hizo doble mi alegría, años después, justamente en 1999, cuando Alberto Garrido y yo decidimos concursar en el Premio Literario Casa de las Américas, él con un libro de cuentos y yo con mi ya muy conocido testimonio Habana Babilonia o Prostitutas en Cuba, y todas las noticias extraoficiales nos daban como ganadores de ambos premios: habíamos empezado juntos y obteníamos juntos el mayor premio literario que se concedía en el país a un escritor latinoamericano. De eso quiero hablar en esta ocasión. Y aunque es un episodio que prefiero no recordar, un tema que eludo siempre, creo que ahora, con la pronta publicación de Habana Babilonia o Prostitutas en Cuba por la editorial Planeta y ante las preguntas de muchos lectores (“¿cuál es la historia de ese libro?”, preguntan muchos, cada quien a su modo), debo poner sobre la mesa algunas cartas que, por cuestiones de ética, he mantenido en el silencio. En 1999, luego de cinco años de trabajo (que incluyeron investigaciones periodísticas, entrevistas, búsqueda de información oficial y extraoficial en diferentes niveles del país, consulta de fuentes históricas, de salud y de la política) terminé ese libro, que reúne entrevistas, testimonios, documentos y ensayos acerca del mundo de la prostitución en Cuba, básicamente de la fuerza alcanzada por este fenómeno a partir de 1990 y hasta la fecha, específicamente con el paso de la economía cubana a la supervivencia (Cuba no ha salido jamás de una economía de supervivencia, al menos desde 1959) mediante la llamada “industria sin chimeneas”, el turismo. A todo lo largo del libro, y durante siete capítulos, se alternan cuatro bloques estructurales: un testimonio largo sobre una de las grandes prostitutas cubanas, muy reconocida y respetada en los 90; un segundo bloque ensayístico que desarrolla la historia de la prostitución en Cuba hasta la actualidad, partiendo de las primeras “mugeres de la vida” que llegaron a la isla en una de las naves de Cristóbal Colón (hecho, por cierto, curioso y nada explotado por los historiadores); un tercer bloque para testimonios de las distintas prostitutas que me concedieron entrevistas; y un cuarto bloque donde reproduzco una serie de entrevistas a otras personas vinculadas al mundo de la prostitución en Cuba: proxenetas, vendedores clandestinos (de ron, tabaco, música cubana y drogas), dueños de restaurantes particulares, dueños de casas de prostitución y de espectáculos de travestismo, abogados, trabajadores de turismo, etc. El libro consta de más de 300 cuartillas. Sade nuestro que estás en los cielos ó Prostitutas en Cuba (que así se titulaba el libro entonces) fue presentado al género Testimonio del Premio Literario Casa de las Américas ese mismo año 1999. Llegado este punto, debo aclarar algo: cuento con las pruebas de que hubo manipulación por parte del jurado a la hora de valorar mi obra en ese premio que, por si fuera poco, dejaron desierto, pero por razones obvias de la seguridad de personas que me permitieron acceder a esas pruebas, me tomo el derecho de no comentarlas hasta que llegue el momento, pues no pienso dejar que los responsables salgan ilesos de tamaña barrabasada sin que la justicia (al menos la justicia literaria) les recuerde su triste papel. Ya llegará el momento. Voy a los hechos: Cierto es que alguien dio a conocer que la obra había sido seleccionada para Premio; cierto es que un rumor demasiado amplio puso en entredicho el desempeño del jurado aludiendo a manipulaciones de índole política, entre ellas, que el libro no resultaba conveniente a los momentos que atravesaba el país; cierto es que la noticia del premio se regó por La Habana y en la ceremonia de premiación, cuando el presidente del jurado leyó el acta y declaró el premio Desierto, se produjo un abucheo que llamó la atención de asistentes y prensa extranjera. Cierto es que al día siguiente y durante varios días, medios de prensa extranjeros (Miami Herald, Radio y TV Martí, una decena de periódicos digitales, etc) consignaron que “un cubano había sido despojado del premio Casa de las Américas por razones políticas”. Cierto es que, en cuestión de un par de meses, recibí jugosas ofertas desde el exterior para la publicación del libro, condicionando la edición a la manipulación política del texto contra Cuba, por parte de las editoriales que lo asumirían. Rechacé todas esas ofertas. El nombre actual. He dicho antes que el libro se llamó inicialmente Sade nuestro que estás en los cielos ó Prostitutas en Cuba. Y he de agregar que alguien hurtó de las oficinas del Premio Casa de las Américas una de las tres copias que presenté (los organizadores sólo me devolvieron una cuando fui a recogerlas y me dijeron que, inconcebiblemente, las otras dos habían desaparecido), que alguien fotocopió ese libro y lo colocó en Internet, incluso con la página final donde aparecían mis datos personales, teléfonos y correos. Eso me puso triste y me hizo feliz, al mismo tiempo. Triste, porque se cometía un acto de piratería sin precedentes en la historia del país, ya que todo ello fue hecho sin mi consentimiento y me obligó a establecer una querella internacional por acto de piratería y un proceso de búsqueda del pirata. Feliz, porque el libro comenzó a circular, ganó lectores, y en cuestión de unos pocos años he recibido miles de mensajes desde todas partes del mundo en mi correo, tuve que comprar una contestadora y cada mes el cartero trae a mi casa de diez a veinte cartas. Mientras las autoridades culturales cubanas me permitieron tener mi correo electrónico por Cubarte (red del ministerio de Cultura),y hasta que me lo retiraron en un acto que considero puro fascismo cultural, recibí diariamente durante varios años entre dos y cinco mensajes que decidí conservar en un archivo especial, y al cual acudí (y acudo) de cuando en cuando, especialmente cuando me han llegado algunas noticias que considero lamentables (personas despedidas de sus centros de trabajo por leer un libro considerado clandestino, trabajadores amonestados, personas tachadas de apátridas por defender la tesis que defiendo en el libro, por mencionar algunas). Hoy, si apareciera esa persona que hurtó mi libro del Premio Casa de las Américas, le haría un homenaje de agradecimiento por una razón simple: yo era conocido como escritor en mi país; aunque peque de inmodesto, debo decir que era uno de los más conocidos y mencionados por la crítica literaria, pero ese conocimiento era solamente entre los que estábamos en el medio y entre quienes leían, pues en Cuba con los escritores no pasa como sucede con los músicos y los deportistas, que son figuras públicas. Aunque nos duela decirlo, a la población cubana usted le pregunta por los más promocionados escritores y seguramente obtendrá un encogimiento de hombros, y en el mejor de los casos le dirán “yo leí un libro de ése”. A partir de la divulgación clandestina de Habana Babilonia o Prostitutas en Cuba, me convertí (y cito palabras del escritor Guillermo Vidal) “en uno de los escritores más leídos y más buscados en librerías de la isla”; a las presentaciones de mis libros, en cualquier lugar del país, asisten cientos y cientos de personas que se pelean por obtener alguno de los pocos ejemplares en venta; y lo peor, o quizás lo más vergonzoso, la censura lanzada contra este libro, la condición de “libro prohibido”, y la difusión boca a boca de las medidas tomadas contra personas que han leído el libro, me ha convertido en un mito. por Amir Valle

No hay comentarios: